Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

lunes, 3 de septiembre de 2012

Lagarto Krisna

Pero mi perro busca con la vista a los pájaros que solamente escucha entre el follaje del mandarino ¿o será la rosa china? Una pequeña hazaña, significante para los anónimos protagonistas de esta escenita barrial, ha logrado el canto de las aves que yo tampoco veo, que yo también escucho: consiguieron aquietar el incesante pendular del alegre cachorro. Como si el movimiento no le permitiera investigar los nuevos sonidos, sentado sobre sus cuartos traseros, con la cara hacia arriba, mira inquisidoramente, perplejo, divertido. Veo en su carita una sonrisa. ¿Entenderá que los pájaros anidan ahora en nuestros árboles gracias a su propia presencia? Desde que llego el cachorro, los innumerables gatos de nuestro vecino decidieron buscar un territorio menos incómodo que el jardín del mandarino.
Escena universal: un perrito, inconsciente de sí, otea el cielo verde que canta gracias a él.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Sillas de Madera.


Las sillas que el tío carpintero
regala,
despiden la dulzura que tiene la madera
cuando ha sido tratada
con pasión. Contundentes
como la mirada del viejo oficio, se
embellecen con los bordes
redondeados; ablandadas
con almohadones de mano femenina
representarán el amor del tío
durante los años implacables.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Las rejas negras.


El padre profesional 
de los cálculos y matemáticas
a instancias de la amada 
esposa - amante madre preocupada siempre -
provee de rejas negras para paliar 
después de tantos años
el aún consabido asunto
de la seguridad. Y toma
las medidas necesarias pero 
cuando llegan
demuestran ser herrajes estrechos
y se le escapa el corsé a la ventana;
la seguridad propiciada es
apenas otro mas
de tantos fallidos intentos.

Un pintor de brocha gorda
a quien no
le interesa el ancho del hierro
sino el largo del metal dorado
y aconchabado, acata
las tareas que se le indican
ejecuta el emplazamiento de las verjas:
no importa si quedan ajustadas
fuerza las paredes, pica y zurce
para que de alguna manera calce 
aquello que fue creado 
para otra forma de la abertura.


El enrejado queda volando
semisuelto
entre la libertad y la pared.
La pared queda enferma
de agujeros mal llenados
y otros abismos sangrantes.
Quizás las rejas
nunca
deban ser colocadas
y menos
sin amor.