Agua, pedí; trajiste la jarra
semillena y otro vaso
transparente.
Sobre la mesita de la abuela,
la charla crecía
con la intensidad del afecto.
Lezama, Mairal, la avenida
poblada de autos como siempre
cada mate de poleo y burro
el intercambio
esa alegría renovada
por que el encuentro
en la mugre de un portico
estimula la búsqueda
de lo que revela lo opaco.
Me diste el Cernuda azul
quedó flotando un libro rojo
me traje el cactus que me regalaste alguna vez.
Regué mis plantas antes de partir.
Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede
Siempre poeta la jarra está semillena, siempre. La mesita de la abuela, los libros y las plantas...todo un universo.¡hermoso¡
ResponderEliminarEl universo que se modifica segun el ojo que lo mira... ¡gracias por pasar, Jorge! Un gran abrazo!
ResponderEliminarCeci O.
Qué hermoso ceci!!! Me encantaron las imágenes, los aromas, los colores, los elementos, la profundidad de esos recuerdos, en fin...me recontra llegó.
ResponderEliminarJosé! Que lindo que te pases por acá, me alegra que te haya llegado. Abrazo!
EliminarMe encanta tu poesía. Abrazo.
ResponderEliminarAndre!
Gracias Poeta!! Otro abrazo!
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