Media vuelta desde las estanterías
profundos cementerios de palabras
y otra media vuelta desde afuera:
así nació un yuyito el día
en que las baldosas rotas
lloraron con mas fuerza las veredas
El sol lo fue convirtiendo en dromedario
español sureño interoceánico
un yuyo dromedario traslada en su joroba:
una vestal postmoderna,
conocedora del arte de pasar desnuda
por detrás de los manteles de las tiendas;
al miembro mas ungido de la francia
en la canción de la sal y las palabras;
y algunos castillos de naipes del oasis.
Descubre en el paso acompasado
que las emociones chorrean el paseo
y los abrazos enjaulados en almohadas
se han soltado, vibrantes
joyeros de caras, tobillos, cuellos.
El yuyo dromedario evita aquel recodo
el ceño adusto que se quede Nietzsche,
quieto, no sabe saberlo
al matiz luctuoso, perimido.
Camina mientras tanto el humo frito,
el mercado de sandias ofrendadas a los árboles
pisa entre la turba sangre y gritos y amarillo
jesús de maceta coronado en un osario
verdeo tras la esquina de una plaza.
Otro brazo se les carga
y en la espalda no les pesa
ni cien besos ni caricias más lejanas
Sus lenguas hablan en la puerta
la piel descubierta que descubre
la existencia de oquedades sin ausencias
y el temblor no de espanto y si de goce
Es que el yuyito de hace días se crecía
alegría del placer en el perfume dromedario
endulzado carnaval, albahaca fresca.
(Al llegar la noche caímos en la cuenta: con tanta albahaca, tomate y amor queso, estábamos al horno).