Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

lunes, 14 de abril de 2014

Ciudad Lineal


Hablamos de Madrid
mi infancia, su exilio.
¿A quién tengo acá?
El tiempo también se fue.


Mientras,
el magnífico retriever canoso
legado de su compañero
volvía alegremente con la pelota celeste.