Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

sábado, 28 de marzo de 2015

S/t

In memorian M. S.
Aquel día de marzo extrañé
la ronda
habitual de las bestias
alrededor mío:
menos Felisa
que atraviesa los marcos
solo en pos
del desquicio del sexo,
los otros
animales de mi casa
estuvieron a los pies
del amigo.

Cuando llegó el momento,
con cuidado
él levantó al gato
remolón acomodado
en su falda,
acarició la cabeza del cachorro,
bromeó con nosotros.
Y se paró
para irse.