Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

viernes, 9 de junio de 2017

Romanza de la Niña Rota

Que no hay verde
amor, que no
aunque las ramas estiren sus cogollos
como unas armas en plegaria.

Que no hay rojo
que no, amor
ése frenesí con que se pintan
los labios y las uñas las muchachas.

Que el conglomerado
de violetas y de azules
-amor, que no-
recorre los cauces soñolientos
dónde antes gozaban las cascadas
y cae dentro del seco arco de palabras.

Que ni ante el deslumbrante empujón del mediodía
brillan las entintadas plumas de las flechas
que no, amor, que no:
que no brillan
que no vuelan
que no hay risa.

Que postergar ese acto hasta la tarde
amor, hasta la noche
es simplemente la barbarie.

miércoles, 7 de junio de 2017

cálida casita desvencijada



Estoy en la vereda, el perro gime
a través de la reja
me lame las manos.
En la cálida casita desvencijada
la carne al horno con papas
dorándose en el horno
me recibe desde la entrada.
Peleamos con cariño antiguo.
Frost de entrada, mas risas, un cuarteto
de Beethoven -una fuga- hace el postre.
Hemos comido.
En la cálida casita desvencijada
evado el invierno.