Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

lunes, 29 de mayo de 2017

Después

En la ciudad que no caminaremos
en los rascacielos
(vos eras el centro, mi centro, dijiste: mi centro)
tampoco estarán nuestros cuerpos.

Lo que nos acongoja es el conocimiento
de haber sido tan perfectamente bellos
en aquella mirada,
hoy fantasmática.