Cada resquicio es su punta de lanza,
entra y me ataca
directo, no importa
si duermo
revuelve el estómago y despierta
una vaharada de náusea.
Camino y me sigue su peso entre las
tripas
está en las cocina, en el mantel, en
la otra cama
y concentra su potencia es una esquina
sin ventilación, más arcadas.
Odio las marcas que persiguen sin
cansancio los cuerpos,
esas señales invisibles arrancan del dulce mundo del ensueño,
son documentos invisibles
que certifican la propiedad privada,
vos ves las caras de tus muertos cuando
las paredes
crujen sus ladrillos, escuchás sus
pasos arrastrarse
desde la cocina, llaman a sus perros
tan muertos como ellos
y se mecen despacio, pelan mandarinas
esta no es mi casa esta es tu guarida
así como es el terreno de toda tu
familia
ocupás tu territorio natural
es una agotadora disputa permanente
con batallas olfativas en el aire
matinal de la sabana.
El camino que el hedor me abre en la
frontera
me arrastra a buscar nuevos
territorios.