Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

martes, 1 de septiembre de 2015

Grado Cero

Llegó la estampida.
Mordidas angustiadas, miedo atávico y su ciego
empujón sostenían
el amargo del polvo sobre el cuerpo.
¿Huían de un león, un helicóptero, el incendio?
Quizás una misma boca sonreía
ineludible
para todas las especies el diente infinito.
Pero la llovizna alivió al pecho
con la dulzura del agua y sus certezas:
que la estampida es nula en el momento justo
que otro aire entibiará a las bestias.
Como una anciana que camina
los que podrían ser sus últimos pasos
asoma su nariz a la vereda
el sol.

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