Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

domingo, 25 de febrero de 2018

Piedra florecida


Una piedra redonda
que alborota el caudal
transparenta el agua.
Así habita el río
en la quietud del medio
la aridez consiente
algún musgo, alga
aferrado a su dureza.
Asentada,
necesita de una potencia
ajena, extraordinaria
para recorrer
aunque sea
algunos metros.
No sabe, piedra
de ganancias o pérdidas
tras el aluvión.


No hay comentarios:

Publicar un comentario