Brindar andamios a la herrumbre
negar voluntad a los escalones
soltarle la correa a los demonios
y que muerdan dónde puedan
y que su baba aborte la miel innecesaria.
No se desploma quien salta al ras del suelo.
Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede
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