La sombra duerme pirámide
diagonal grumosa y maloliente.
Atraviesa al sueño
un chirrido espeso
azul.
Devela
la cadena liviana por la herrumbre,
los dulces eslabones.
Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede
Y en la rugosa piel del frío se escucha al jazmín emanar un perfume blanco como la amarga melodía de un abrazo. Tal vez... o sólo herrumbre.
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