La que tiró a la basura los zapatitos de cristal
con la corona de princesa pagó las zapatillas.
Y corrió, cómoda
alejándose
de donde yacía
yerto ya pero todavía tibio
el cuerpo de discursos
que afirmaba la existencia
de los paraísos encantados
permanentes.
Traspasó el antiguo
muro del oprobio:
el nudo del abuso.
La misma trama calzaba
a princesa y víctima.
Cómoda en sus zapatillas nuevas
dirigióse
hacia la realidad
ahora mas dulce
de la ciudad cotidiana.
Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede
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Mierda. Y ¡bravo!
ResponderEliminarBravo, mierda!
ResponderEliminar¡Brava Mierda, carajo, mierda! :) :p
ResponderEliminarCO