El padre profesional
de los cálculos y
matemáticas
a instancias de la amada
esposa - amante madre preocupada siempre -
provee de rejas negras para paliar
después de tantos años
el aún consabido asunto
de la seguridad. Y
toma
las medidas necesarias pero
cuando llegan
demuestran ser herrajes estrechos
y se le escapa el corsé a la ventana;
la seguridad propiciada es
apenas otro mas
de tantos fallidos intentos.
Un pintor de brocha gorda
a quien no
le interesa el ancho del hierro
sino el largo del metal dorado
y aconchabado, acata
las tareas que se le indican
ejecuta el emplazamiento de las verjas:
no importa si quedan ajustadas
fuerza las paredes, pica y zurce
para que de alguna manera calce
aquello que fue creado
para otra forma de la abertura.
El enrejado queda volando
semisuelto
entre la libertad y la pared.
La pared queda enferma
de agujeros mal llenados
y otros abismos sangrantes.
Quizás las rejas
nunca
deban ser colocadas
y menos
sin amor.
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