Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

sábado, 20 de julio de 2013

Íscaro – Mazza: El pozo por donde nada cae

Frida vela
entre el incendio del costado
y la supervivencia del mas fuerte.
Vino, pide la boca; un remolino
torpedea el organismo
apenas cae el sorbo abierto hace días.
Pero que importa si ya suena el pozo en el techo
negro cuadro sobre la nada blanca
que, convirtiendo la materia en fluido,
mana en contra de la gravedad
y, en el lugar donde reposan,
metaforiza a las mujeres oscuras.
¿existe ese otro sitio, arriba
donde vibra el fresco de la hierba
y el tren del sol muge como si estuviera pariendo?
El señor de los tornados
sus puntillas de aire, ráfagas oleajes
me suben a un pentagrama
vuelo sobre la hoja blanca
este papel salpica caprichosamente de nube en cielo
hasta que sopla
con la furia de Eolo cuando descubre la muerte;
dejo el pentagrama
conozco del paracaídas bemol y sostenido
seis cuerdas imperiales que acomodan
la seda al terciopelo del teatro;
el paracaídas susurra como un lunar
descubierto junto al ombligo amado.
Pero el estruendo raja
el abrazo entre la cuerda y la madera
aguijonea una por una las seis cuerdas
las cuerdas y los vientos obsesivamente juegan
sobre las mismas sílabas
juntos giran
son una botella, Frida, contra el frío
los aplausos avisan que se acabó la fiesta.

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