Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

martes, 23 de julio de 2013

Revelado


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Parecía caminar cuando bailaba a otro encuentro
quería volver a esconderme ahí
debajo de tu espalda vencida
volver a la mirada de tu serena mano ancha
por que en mi alegría nunca hay paz
sólo playas arrasadas.

Pero paraguas de hierro
llegaban también las conservas en lata, 
horribles
tu maldita cabeza ensenada, 
horrible
en la estepa de las palabras cerradas
horrible,
inmune al afecto en todos tus actos
maldito hayas sido en los seres queridos
en los cuentaquilometros de los espantos
tan racional para tanto
y tan desastrado iroqués en las flechas,
cerebro y acero
trabajo del cuerpo cortado y tan aeropuerto
caida libre en el circulo del viento
de europa del viento
del mundo del viento
a destajo, pelota del viento

¡Carajo! que ese día te fuiste
con tus ruedas blancas de rejas dolidas
que no más
café y cornisas con leche en las migas del renault 12
que no 
los libros en la arena recortando las baldosas
que no que no
collares de tigre perdidos en medio del campo
¿como abrir los puertos de tantos vocablos?
el vino 3⁄4 gritaba en los cuadros
y una cómoda marron
vigilaba como si fuera el gran ojo que no perdona
tu ojo tolera ciertas cosas 
presencias propias
pero no perdona esas que vos pensabas traiciones;
no querías sacar del marco a los sustantivos
habían profanado el cuerpo del cielo
en un piso insano te habían herido
habían superpuesto con miedo tus miedos
en los verdes dominios del caramelo
y cosido el costado
elevado el zapato
traído para nosotros la estrella de coco
jamón crudo, roquefort y un tinto de aquellos 

No quiero rozar al ausente por un cumpleaños
pero me chupa un huevo el Edipo:
quiero a mi papá, de nuevo

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