(un cuento en verso)
Compraré unos pollos sin stress
en la biblio comunitaria
y llevare a pasear al Lagarto.
Primero conjuraré el delirium
que lo estremece cuando intuye
la correa. Viene corriendo
tiembla salta, me lame
solo aquieta su patas
al esperarme en el jardín
frente a la puerta que da a
la calle.
Mira para afuera y me mira a mi,
sonriente y feliz,
"¿vamos, humana, vamos,
vamos, vamos, VAMOS, YA?"
le explico: "tengo que ponerte el collar
le explico: "tengo que ponerte el collar
vení para acá"
Viene, me lame, mira el collar
entonces recuerda la libertad de la acera
y salta de alegría y de vuelta estaciona
su cola al lado de la
puerta.
"¿vamos, humana, vamos,
vamos, vamos, VAMOS, YA?"La escena se repetiría ad infinitum
si la montaña no va a mahoma,
ceci va al lagarto. Por fin
salimos a la vereda:
tengo qe cerrar con llave,
tiene que hociquear el cantero...
Mientras, explico la
logística:
"derecho por acá no iremos,
andan los perros negros
ya te agarraron la otra vez,
doblemos en la esquina".
Y asi avazamos, a meaditas
acá un chorrito, allá unas gotas,
mas allá un montón.
Lagarto debe husmear todo
empiezo a mirar la hora y a dudar
de lo acertado de mi elección.
El, como si nada, me comenta:
"mirá, por aca
"mirá, por aca
pasó el perrito epsilon
y el gama marrón
comió carne hoy
¿cuándo, yo?".
Una vereda parece un espejo.
Una vereda parece un espejo.
Hoy no escaparemos de los demonios negros.
La amabilidad del vínculo humana-perro
pasa a ser tironeo.
pasa a ser tironeo.
Apuro el paso, intento
que la limpieza pase desapercibida a su nariz,
al
infeliz le encantan las veredas impolutas
mas si hay viejas cara de orto,
y esta acera conjuga ambas características.
Me anticipo pero no
y un minuto después,
al lado del cantero mas
pituco
humea un sorete de tamaño regular.
Una escoba nos mira como Mordor
¿dónde está el
anillo? La bolsita de plástico
afloja un poco el ceño de la escoba
que de todos modos hiere. Su odio
es proporcional al brillo de la acera.
es proporcional al brillo de la acera.
No nos damos vuelta
ni siquiera para
ver donde se esconde;
y con la bolsita caliente en la mano
huimos velozmente antes
de que nos convierta en
estatutas de sal.
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