Algunos autos pasearon su hambre
entre el carnaval de pozos
que baila y canta en el asfalto
¡cholitai! Fiesta oculta
a fuerza de ser tan pública
fue el espasmo nocturno de la calle.
Dónde habrán ido
aquellos que no
volveremos a ser.
Cientos de ruedas
comieron alquitrán.
Ahora que el sol
empieza a levantar
su párpado doliente
los fantasmas
regresan a sus cofres.
Otras piernas legan palomas
en la beatitud de los años
los buitres han callado.
Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede
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