Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

miércoles, 6 de mayo de 2015

Madera de Coñac

Caen las hojas tras los años
amarillo derrame del invierno 
aquel que jugaba a ser otoño.

Gotas mas, cenizas menos
y otras ciertas pocas cosas  
permanecen. 
El Tigre lo sabía
y azotaba los muebles
y levantaba las orejas
cuando escuchaba un ronroneo 

de motor como el de tu peugeot.
Unas uñas cada tanto
repiquetean el cerámico 
y aunque giro la cabeza para ver  
sus 40 kilos de alegre perritud  
solamente percibo la estela 
de la sonrisa que disfruta
su celeste paseo perpetuo.  

Yo sé que a veces 
te mesás la paterna barba,  
y me sacás la lengua para tratar de animarme:
se te olvida que no siempre puedo verte 
se te olvida lo difícil de reírse
se te olvida la lente que encajona nuestro anhelo.

Te confieso que hace mucho 
te llamaba a los gritos y furiosa
reclamandole a la vida que nos deja  
la muerte que posibilita la vida: 
y aprendí, una vez muda,
a mirar de frente el brillo de la azada 
luego de que hubo cumplido su tarea.


Aunque sigo discutiendo con vos  
sobre todo durante las horas de trabajo
ahora destapo una botella de coñac 
para oler las maderas de tu otoño. 

Si moqueo cuando llega sus cumpleaños
es la alergia a las hojas amarillas.
Madera de coñac, repiqueteo de uñas
no es raro que me aferre a esos talismanes 
para no extrañarlos, 
tanto, tanto. 

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