Caen las hojas tras los años
amarillo derrame del invierno
amarillo derrame del invierno
aquel que jugaba a ser otoño.
Gotas mas, cenizas menos
y otras ciertas pocas cosas
permanecen.
El Tigre lo sabía
y azotaba los muebles
y levantaba las orejas
y levantaba las orejas
cuando escuchaba un ronroneo
de motor como el de tu peugeot.
de motor como el de tu peugeot.
Unas uñas cada tanto
repiquetean el cerámico
repiquetean el cerámico
y aunque giro la cabeza para ver
sus 40 kilos de alegre perritud
solamente percibo la estela
de la sonrisa que disfruta
de la sonrisa que disfruta
su celeste paseo perpetuo.
Yo sé que a veces
te mesás la paterna barba,
y me sacás la lengua para tratar de animarme:
se te olvida que no siempre puedo verte
se te olvida lo difícil de reírse
se te olvida la lente que encajona nuestro anhelo.
se te olvida la lente que encajona nuestro anhelo.
Te confieso que hace mucho
te llamaba a los gritos y furiosa
te llamaba a los gritos y furiosa
reclamandole a la vida que nos deja
la muerte que posibilita la vida:
y aprendí, una vez muda,
a mirar de frente el brillo de la azada
luego de que hubo cumplido su tarea.
Aunque sigo discutiendo con vos
sobre todo durante las horas de trabajo
ahora destapo una botella de coñac
para oler las maderas de tu otoño.
Si moqueo cuando llega sus cumpleaños
es la alergia a las hojas amarillas.
Madera de coñac, repiqueteo de uñas
no es raro que me aferre a esos talismanes
para no extrañarlos,
tanto, tanto.
para no extrañarlos,
tanto, tanto.
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