Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

viernes, 2 de septiembre de 2016

Impreso en el pecho

Atravieso este final y lo sentido 
espera la brisa que serene
la explosión en mi mirada.
Aunque desconozco ahora 
cómo es dado musitar tu nombre
suena su atisbo en mi garganta
aún ausente el fuerte de tu hombro, 
ausente aún tu mano izquierda,
la de conjurar mis lágrimas.

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