Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

miércoles, 25 de julio de 2018

Venenos


A Rocco lo envenenaron, dijo
y enseguida: que mordía
que peleaba a los otros
que andaba suelto todo el día
algo habrás hecho, Rocco
tus padres humanos no te cuidaron,
igual que a tus hermanos pinchers
que todavía callejean,
indefensos sin tu compañía.
Eso pasa, Rocco
con los negros camorreros
con dueño pero sin amo
que desmerecen a su raza:
vos no sonreías
ni movías la cola a la gente
fuiste un labrador serio
el de sobretodo negro.
Dicen que te envenenó
el tipo a quien mordiste
otro negro en motocicleta,
-en estos barrios, Rocco,
es igual llamarlo asaltante-
así pasa con los negros, dicen
mientras se maten entre ellos...
-y dejan el suspenso,
sus ojos sonríen, es el dinosaurio
que asoma desde adentro-
Rocco, callejero libertario,
alguien odió hasta tu nombre,
de largos atributos pornos
todo lo anterior demostrado
en la reunión canina
de la plaza pública.
A Rocco lo reventaron
y el dinosaurio
con escamas relucientes, avala.
Si mordieras, Rocco, organizado
ahora podría venir una patrulla
verde, del ejército verde
a llevarlos a vos y a tus hermanos
detenidos
luego, desaparecido, ahogado, envenenado
Rocco, guardaespaldas de pequeños
ya no estás suelto
yo no darás mal ejemplo
Rocco ¿y si te envenenó el dinosaurio?

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