Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

lunes, 4 de febrero de 2019

s/t

Cargo aún con el collar 
el largo de la correa
la reducción del territorio
la impotencia.

Veo la silueta de una espina 
marcada en el ladrillo


Arde la herida de tu nombre.

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