Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

martes, 28 de agosto de 2018

Nadie da lo que no tiene

El candil en mis ojos
el resguardo de la noche
la piel sobre otro cuerpo
lo invisible.

Algunos
cobran en grados celsius
el calor que emiten
tiran luz como estiletes
no reconocen el juego de sus llamas
aquella rota
- escalofrío -
por sus andanzas
con la sombra.

El fuego,
abanico de encuentros,
no siempre
no sólo
enciende.

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