Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

sábado, 3 de julio de 2010

¡Que me importa la semiótica!

Debería estar anotando los conceptos/vengo a cursar semiótica/no significo, siento/ la profundidad de su abismo//Traté de matar a ese hombre por todos los medios/Quise destruir los cimientos /y con esos escombros apagar el incendio/ Me falta la lengua en esta boca tan grande/anhelo cruzar mi sangre/pero ¿cómo decir, qué?/ni ella, ni yo, ni la otra/otra vez apareció el laberinto/Tarde este sábado, tardísimo lamento/ tan cerca y te siento imposible/ hombrecito.

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