Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

martes, 24 de agosto de 2010

experimentando

Me bebo el tiempo
el límite preciso de un sabor
escapa de lo que alguna vez fue tierra.
Paladeo el trazo sensible de unos hombros
curvándose como un sorbo dulce en la garganta.

Disfruto la belleza del espejismo
propio de cualquier desierto.

Veo la amplitud del mundo
me deleitan las porciones que brinda
y me pregunto
que tan ajeno corre el horizonte
de mi curiosidad
mi sed
y mis vidrios.

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