No entres, mi amor. Hay desorden, llanto y polvo por todas partes. Es qe estuve ordenando la casa, qe era un desastre. Si insistís en preguntar que es ese olor, te adelanto que el aire esta viciado de sangre muerta.
Bueno, abro la puerta. No te asustes pero debí decapitar varios fantasmas. Comprenderás: deseo hacer lugar para que el brillo de tu piel desborde la llave de luz.
Afilé un billete de cien con mi desconfianza. Acá, mirá: vos no lo conocerás, es la careta de G. El cuerpo se esfumó, ya quemo esto y ¡voilá! sólo queda ese montón de cenizas que barreré cuando termine.
Proviene de la peluca rala, no quiero dejar ni un vestigio de su cara de ratón. Si, el baño hiede mas que el resto. Son los escasos pelos lacios de la repulsión. Palitos chinos. Es lo único que jamás podré quemar: el juego perverso.
¿Por qué fruncís el ceño ante la urna de cristal? Sabés que es mi fantasma mas querido. A S lo maté mil veces y otras mil resucitó; esta vez será la última, mi vida. Un solo tajo, quirúrgico. Sin que sufriéramos demasiado. Me tomé el cuidado necesario para que la cicatriz no sea un rastro que pueda ser seguido; si no, corría el riesgo de un nuevo zombie. Umf, huele mal… se descompone con velocidad asombrosa. Pronto deberé tirarlo ¿Qué lo tire ahora? ¡Pruebo! ¡Oh, mirá con que facilidad vuela! ¡Maravilla, mi vida!
Aquí, sobre la cocina, los ruedos del resto. Astillas de madera para sus latidos vampiros. Un soplido alcanza.
Dame la mano, amor: descanso en tu casa. Tenés razón, mañana termino de ordenar los restos. Por hoy, basta.
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