Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

viernes, 27 de enero de 2012

1600 años y 35 km caminados de memoria.

Vivo de una suerte de silencio interno, pienso,
cuando me aturden los ruidos en la paz de este lago:
un parlante del complejo hotelero, su alegría
forzada que saluda a la bahía como si el verano
fuera un único programa de televisión berreta
cruzando el país de arriba a abajo y de este a oeste, hastía
tanto como el chillido de los regadores de cesped, verde
ingles, que pertenece con derecho de propiedad
privada a este coqueto rincón cordillerano de lanchas
camionetas, piletas climatizadas. Y si me molestan
tanto que hago acá, hoy señora quieta
sentada en la playita, perturbada también por la plaga
de porteños gritones del asfalto, tremendo Maxito no hace caso,
Guido leal marinero de agua dulce, cumple
las ordenes del pirata de familia que insultó y gruñó
a su tropa durante todo el desembarco y ahora,
maneja la camioneta sonriendo, feliz con su contrato social.
 

Sí: ya sé, padre, del sudor que vertiste para que sangre
de tu sangre pudiera disfrazarse en este martes
como si fuera miembro permanente del corso; pero
si soy ajena a este cielo que mira por arriba
del hombro mi cuenta corriente agujereada;
si no seré jamás copilota del padre que gruñe
sobre la lancha Aikén ¿que hago acá, perturbada
por el complejo, chirriando y plagada
de capitanes de lanchas?

Escribo.¡Que novedad! Escribo en una notebook a la que
sostienen mis piernas solitarias, que no media
nadie para hacerle competencia oh, antígona,
niña, medio pelo, pequeña burguesia de carne árabe.
Escribo. Cruje con ritmo la arena, miro;
camina un perro negro; cuando el crujido se detiene, veo:
el animal oscuro espera a un perro con rulos que
juega con su ama a metros de distancia. Reconozco la mirada
de anhelo, mi amor es una voz en el skype, sé
que éste macho espera de aquella hembra que lo siga
fuera del collar artificial, estrella del encierro
descendencia de una moral impuesta, señora quieta
de un parecer obligado a lo que otros quieran.

Quizas la cenicienta
pasión de los volcanes redima al lago
del castigo humano; quizás pueda encontrar una llamada 
en la irrupción de la ceniza:
no la campana gris del monasterio, ésa
catedral de pinos, silencio y austera luz amarillenta 

entre las competitivas cortezas.
No. La clara mirada de perro atardecido

alumbra despues del tiempo que echaba 
cancela al alma. Atrapo el mosquito del instante,
desconozco el miedo ante el ojo del granizo y grito
con la potencia tierna de una gota de rocío:
estoy con vos, libre; conmigo, tu piel es mia,
no quiero saber como camino con tu paso ausente,
sin el amor caigo, me olvido el agua, desconozco
el color de las palabras.

Transité estos 35 años de memoria, llegué a 1600 km
para atardecer sentada quieta en una playa, con un
perturbador complejo y gruñida por la lancha capitana;
crujida hasta los huesos por la mirada de un perro
descubrí nacer otra vez del libre amor
anudada a la vida de otro cuerpo verdadero
única identidad en la que no me pierdo.

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