Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

domingo, 15 de enero de 2012

El amor no entra en los talles únicos


A Pablo.

Un camino desajustado debajo de la panza abraza
parado fervorosamente
a la montaña de grasa. Aunque no han podido
con la acrobacia
se duermen, sudados
felices,
la loca, el raro.

La loca montaña y el raro camino
se han armado con un amor sin papeles, tarjetas,
o fichas para marcar "horas extras"
brindados, reciben todo y dan retazos
tratan de que alcance
el amor emborrachado con haber amado
una tarde de verano; y en él pierden
los arduos nortes, la brújula, el gps.

Hollywood raptó el concepto del amor 
con sus películas de compañía para el 
sábado a la noche. El afecto raro de los que 
no caben en los talles únicos: desconfía

por que asoma una sombra
de un nombre que sólo es memoria
del amor normalizado en la infancia.

Los raros y las locas, igualados en esto 
al resto de los mortales; cuando asumen 
el trabajo de darse la batalla, si dejan 
de amarse únicamente a si mismos:
ganan, son rendidas sus armas,
vencidos aman
vencidos, son amados.

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