Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede
jueves, 28 de marzo de 2013
El final de las langostas
Este basurero y el futuro
la voz, bisel, víctima
el dentifrico del grillo
que habita en el mantel alcanforado;
las hojas caídas quedarán para el mate;
el palo roto contendrá a las brasas ;
de esa pared colgará el estuche de la memoria;
dentro, un sommier servirá de foro; en el patio
el asado sin fantasmas; allá, adelante
se desajustará el nudo
de cualquier garganta;
acá firmaré con mi propio nombre
las roturas que yo produzca.
Desde la tierra devastada, crece
el germen del sentido amante
el que marca el gran final
del tiempo de la langosta.
(Descolgado el ritual de las paredes, lo aprendido cayó libro por libro
y fue una manga de langostas deglutiendo el sentido de todo lo significado.
Los lentos devenires de la sangre traicionaron la realidad cotidiana;
iniciaron la experiencia singular de imprimir significantes con dulzura)
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