Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

domingo, 24 de agosto de 2014

Afuera no hay nada.

A pesar de su velocidad

no silba: viento mudo

en el blanco infinito

de una quietud inasible.


Afuera no hay nada.

Y no se si me inquieta más

ese vacío externo

o la apabullante potencia

del adentro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario