Como si el dedo supiera, señala.
Si tuviera la capacidad de conocer
la vida de sus dedos hermanos
tendría otras huellas digitales.
Pero el dedo juzga y condena
- sin compasión -
la esguince de los otros
con la seguridad que da
no probar ni moverse
ni tan siquiera un milímetro
de la mano establecida.
Pobrecito dedo
acostumbrado al guante y al dedal
ahora disfruta el corset
y pide mas acero para todos..
Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede
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