Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

martes, 15 de marzo de 2016

El látigo de la caída.

Lo mas difícil de las caídas
no es aprender a acomodar el alma
para amortiguar los golpes

lo mas difícil
es no golpearse la etérea materia
con el látigo de 7 colas y mil palabras
por haber tropezado
o haber tropezado ¡una vez mas!
(la frase depende
de que voz castrante
hable con vos en el cerebro)

reconocerme errante
absolutamente imperfecta
y no morir, un poquito
de miedo, todos los días
de tanto desamor,
propio.

1 comentario:

  1. Hay que quererse. Jugarse en contra es thanático. Levemente o marcadamente: en contra.

    Ahí hay una base posible: el amor propio. Valorarse, aprender a decirse sí a sí mismo.

    Vos quizá, y tantos otros, me hablarán de la cultura de la culpa. Sí, qué sé yo, no es moco 'e pavo desligarse de tal dispositivo, no sé, castrador.

    Ya conversaremos, amor. O no: nos volveremos a ver, aceptándonos, y no porque el otro nos acepte, sino para aceptar más fácilmente al otro: aceptarse a uno mismo, principal. :-)

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