Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede
sábado, 12 de marzo de 2016
Los perros incendian
Mis perros me encienden
los aullidos no despiertan las luces
sus dientes apenas rozan realidades
pero ¡cómo hieden en mí
la que viaja en el asiento individual!
(Lo recuerdo. Al verme llegar, los mozos
sacan de la mesa el cubierto restante)
Munida de esta bolsa, vacía ya de monedas
para ofrendar en los ojos de tantas partidas
miro la pared como si fuera mi estómago.
Es que desconozco como se estruja la esponja
que incuba el miedo en el pecho
y chorrea un amor de quebrarme las piernas
un amor inútil para espantar a la araña
que envenena con su vida inocente
al solar de las mañanas.
Ay, mis perros etéreos
lejanos pero tan presentes
que lloran de noche
que mascan esponjas
los perros que muerden su cola
los perros nadieformes
los perros del pecho que anhelan
la vitalidad de otra manada.
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