La naturaleza irrumpió
en nuestra construcción del tiempo:
la posibilidad única
de movimiento del minuto
era la caída de las piedras.
Se derretirán
como palabras inútiles
en el patio de la cadena animal
- pero durante, levantar la ropa,
guarecer el auto-
la tormenta arrasa como si supiera
que abre fuego con su agua,
que cierra aquello en lo que su voracidad no cabe.
Como si caritativamente
donara lo que le sobra,
con la intensidad desbordante quema las naves
golpea lo construido y lo espontáneo
lega un barro verde,
una ceniza suculenta.
Los paraguas fueron desplegados
fuera de la perspectiva del techo. Todo
queda en su lugar.
queda en su lugar.
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