Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

lunes, 8 de febrero de 2010

Caro

Bajarle la fiebre a los conceptos;
impedir que anide el óxido
sobre el tejado del discurso.
En el recibo no caben tantos ceros
la moneda tiene diámetro de placer
o de delirio.

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