Según el flujo usado para analizar el signo
el laboratorio dirá centauro o tríada.
Picarse con la cola rauda y huir sobre los cascos
soberbia centaura
por que durante el triángulo de Peirce
(ella, yo, la otra)
no tengo interpretante
de ninguna necesidad desesperada:
nosotras jamás estamos solas.
La muerte cotidiana nos acoge entre los cascos
ni mediante la ciencia o la magia
el otro es un señuelo
una ansiedad del encuentro adocenado
clavado en los filos de nuestras rabiosas.
Nosotras hemos vuelto
a saltar la soga al signo
(y tenemos la pésima costumbre
de agarrar la soga por el medio
antisocial modo de jugar los juegos)
saltamos las luces del discurso
al reflejar su color sobre el asfalto:
el cielo claro está sobre el desierto.
Yo me vaticino desde laotra desierto a ella
vertice 1 veo
actúa un cuerpo
enredado pelo bajo tu mano
¿Quién retoza “mientras tanto”?
vertice 2 veo
cierro los ojos
a las ajenas lenguas
vivas o muertas
veo vertice 3
aparto la mirada
del pragmático mecanismo
incomprobable
no se donde reside la dulzura
en esta falacia del triángulo
pero ya sucede
llegar al limite zodíaco
al lugar donde la sangre busca
la sed de la semiótica intuitiva
es evidente que el discurso es falso
las elefantas necesitan de la selva
los osos no habitan en cálidas arenas
el oasis es un espejismo.
"La última mentira es la verdad", me viene, inopinadamente, al bocho, después de leer un par de veces estos versos.
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