Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

lunes, 13 de septiembre de 2010

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Cavo agujeros en desiertos,
que ni una mota de piedra
transcurra
fuera del cauce quieto,
me doy los trabajos
de cerrar los resquicios,
produzco
más y más cantidades de arena.
Lo sé.

Y sin embargo
recibo con melancolía 
al baldío que desempaca.

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