Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Romper el frasco de víctima

Mi nombre y yo
si vamos de la mano
comemos chocolate.
Pero a  veces la niña rota
hace de mi mirada cien encrucijadas
abre un paraguas para que caiga una lluvia
cenizas de aquello que arrasó mi casa.

El ratón de mi nombre pregunta
¿mi memoria vivirá
cuando yo integre sus paredes rotas?
¿Dónde quedará la emoción
si la niña muere?

Martillo con mi deseo el vidrio del paraguas
una emergencia que cuesta
serie tras serie  tras serie
de ejercicios emotivos:
estar en otro
presentar el cuerpo
receptar el mundo

Aunque el cuerpo
el otro
el mundo
sólo desplieguen 
ante mis ojos
fronteras de arena.

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