Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

domingo, 16 de octubre de 2011

¿Cómo convive el amor con el desprecio?


Al segundo inmediato despues del orgasmo
comenzaba el arduo trabajo
de tolerarlo.

En tantos años
jamás nos dijimos
cómo nos llamábamos.

Él
sabía coger
muy bien.

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