Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

lunes, 17 de octubre de 2011

Huellas Sucias

Las mismas pegajosas gotas blancas
derramadas sobre el piso
de tantas ermitas distintas 
alrededor de la catedral
indican la procesión enfermiza de una vela
ahora cabo lloroso de grasa apagada.

Ese homenaje involuntario
confima lo certero de la luz eléctrica
para adorar altares.

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