Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

lunes, 6 de febrero de 2012

El perro de Joaquín

En esta dulce mañanita veraniega Joaquin Gianuzzi me deslumbra como otro sol; me acompaña aquí, atrás del vidrio de la ventana. Mi música funcional es el zumbido de los autos pasando por la calle. Rosa limpia. Más temprano yo hice lo propio en el patio; entonces, ahora puedo dedicarme ¡que placer! a la lectura. O al menos intento esa cotidianeidad de estas mañanas junto a un mate.
Cinco versos después un perro destroza con sus aullidos el goce de la poesia; una línea más alcanza para que el chirrido me remuelque a golpes de patadas en los oidos hacia la prosa. ¿Por qué llora, mi vida? ¿lo atropellaron? ¿su dueño lo dejó atado a algun arbol de los que sombrean la vereda para entrar al negocio contigüo y extraña al amo, cosa que sucede con cierta habitualidad? Levanto la mirada del texto y sin moverme, atravieso la ventana. El animal esta en la acera de enfrente y no parece lastimado. ¡Estoy leyendo y quiero seguir haciendolo! 
Tres versos mas. No me sale desarsirme del quejido. Desde acá, sentada, un auto estacionado impide ver la totalidad del cuadro canino. He de moverme, pararme para mirar desde otro ángulo: el perro tiene mezcla de fox-terrier y varios yuyos de ciudad, chicón de tamaño pero grande de edad; no tiene ni collar ni correa. ¿por que no se va? Gianuzzi, abierto, espera. Vuelvo al poema, busco la conclusion, el verso último. Cuando la desesperacion del aullido me hace bordear el conocido terreno de la angustia abandono a la poesia, a Joaquin, a la búqueda del fin y camino hacia la calle. Busco hacer. 
El animal gime, mira la copa del arbol. ¿un gato? Dos pasos fuera, la vereda muestra toda la escena. El casi terrier cojea de la pata izquierda por eso aúlla. Refunfuño "y esta ciudad insensible y la puta que los parió , yo incluida y..." los autos detienen el cruce un par de segundos. Cuando el viejito nota que estoy por cruzar la calle, calla y enseguida, empieza a caminar ¿huye?. Cojea. Pobrecito, patita derecha rota... pero ¿antes no era la izqierda? ¡¿son las dos?! No: el animalito de dios apoya firme y dulcemente la pata izqierda en la tierra para alejarse silencioso, rengueando con la derecha, hacia algun destino perruno. Lo dejo:"Vaaaaaaaya nomássss"
Vuelta a la casa, comento mi sorpresa ¡Hasta los perros son tramposos!-dice Rosa. Escribo. La búsqueda del verso último continúa esperando. 

1 comentario:

  1. Interessante


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