Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

lunes, 15 de agosto de 2016

Crepitar

Hábito de los días de lluvia
atrás, un fuego según el ángel
y adentro, los murmullos 
de los parásitos impuestos:
sé cuadro, sé adorno, sé bronce
pero sé algo. Quizás,
en este laberinto mutable
de cicatrices en heridas,
sólo desee crepitar
como una palabra engarzada
en lo exacto de un poema.

No hay comentarios:

Publicar un comentario