Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

miércoles, 24 de agosto de 2016

Y la arena.

Abandonada por la impavidez
del agua plena
de aire puro
cierta madera es vértigo
y por un instante
narra
la ascensión
como una catarata 
de luz.
Consumida su materia
perdura su calor,
ese abrigo 
de otros cuerpos.

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