Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

sábado, 13 de agosto de 2016

No toda ausencia significa vacío

Acomodar maderas
el tamaño del leño, su densidad
el flujo del aire
el paso del fuego
el contagio del fuego
el control del fuego
la asfixia del fuego.

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