Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

domingo, 14 de agosto de 2016

Soltar.

Tiré los papelitos
que iba escribiendo
durante el viaje mismo.
No volaban.
Caían a seco
algunas de las piedras
mediante las que lapidamos
al "nosotros".

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