Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

miércoles, 7 de abril de 2010

Adelante

Nos enjaula como insectos
en un enredado delta de miel y sangre
ése manantial, a la hora necesaria,
de infinitos abanicos
vertiginosos como la velocidad eterna
para soplar las velas del deseo.

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