Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

sábado, 17 de abril de 2010

Un modo de presentarse

Justo antes de preparar el mate
un rayito del amanecer
especula sobre el metal de la pava.

Como si rozara un templo
enfermo de rocas milenarias
susurra sobre el polvo.

Para el mediodía
habrá cambiado su reflejo
y la huella habrá sido barrida
en la limpieza cotidiana.

La voluntad del rayo
vuelve inexplicable
su tobogán de lágrimas.

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