Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

martes, 27 de abril de 2010

s/t

Los días verdes destrozan el cielo de mi nombre
la alegre primavera resquebraja el cauce rojo
los cardos rusos, las violetas secas
apoyan la cabeza sobre las lajas de un cadáver.

Pero no hay lápida mordida por el moho
ni el mármol como un cisne esponja su plumaje
fuera de la frontera me he recostado inadvertida.

Y esquivo los escombros niños
que intentan abrazar mis piernas
cuando camino en busca de aquel puerto conocido.

Pero si ya han sido desatadas las amarras
¿que etiqueta romperá su vidrio
contra aquello que se arrastra en el vacío?

2 comentarios:

  1. Qué buen ritmo que le imprimís a esto Ceci, lo parió... lleva, lleva y de que manera; no solo desde dicho ritmo, sino las estructuras... bien acomodadito todo: palabras, imágenes.

    Abrazo che!

    ResponderEliminar
  2. ¡gracias, max!
    soy una anciana prolija y acomodada... en la escritura!
    ¡otro abrazo!

    ResponderEliminar