Una rara mosca vuela en este invierno
calienta su cuerpo sobre el vidrio tibio de la ventana
cuando siente la impotencia helada
la paleta matamoscas.
Pero ¡basta!
esta dolorosa mierda de mosca
que intento vomitar en trazo
me exige la partida
de los tibios recursos estilísticos:
hoy cualquier metáfora
hace tanto daño
como la realidad.
Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede
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