1) Prepararse para que, en un momento dado, nuestras razones más nobles sean desenmascaradas, vistas a la luz de su revés, compuesto de cobardía, oportunismo encubierto, simulación.
2) Atreverse a admitir que en el seno del yo se mueve la urgencia de ser exactamente reflejado por el otro.
3) Si traicionamos, aprovechar la traición para conocer, por fin, los lazos que nos unían con el traicionado.
Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede
domingo, 6 de marzo de 2011
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